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San Juan de Dios
Rodríguez Samanes, Juan
Fecha: 1630-1651
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San Juan de Dios
Rodríguez Samanes, Juan
1630-1651
  Juan Rodríguez Samanes nació a fines del siglo XVI, probablemente de origen español, en uno de sus contratos afirma ser morador del Cuzco . Al igual que otros pintores manieristas del segundo tercio del siglo XVII.
No
N/A
MESA, José de y Teresa Gisbert. Historia de la pintura cuzqueña. Lima: Fundación Augusto N. Wiese, Banco Wiese, 1982.

Peru
Cuzco
Peru
Cuzco
N/A

Santos
Santos Masculinos
Fundadores
Juan de Dios
N/A


Ángel
Paisaje
Terrestre / paisaje
Historia de vida de santos
Sin donante
Escritura en Libro
Martirologio, santoral/Flos sanctorum
Crucifijo
Habito eclesiástico
Libro
Edad: adulto
Escena: simple
Género masculino
Personaje individual
Personajes: Sagrados


La cultura barroca es gestual. El gesto complementaba la comunicación visual con gestos de oralidad, de modo que las pinturas “hablaban”. La siguiente información trata de reconstruir la cultura gestual quirológica y quironómica a partir de los tratados y de las frecuencias gestuales en la pintura colonial.

2587 anonimo hombre sanchez navarro s.xviii mx copia 00 Objetos en las manos
4406 06 Posición: Otros tipos
N/A
N/A
N/A
Francisco de Paula
1507-01-01
N/A
1519-01-01
No

Francisco nació el 27 de marzo de 1416 en Paula (Cosenza-Italia) de Jaime Martolilla y Viena de Fuscaldo. Dado que ambos eran ya de edad avanzada, atribuyeron el nacimiento de su primogénito a la intercesión de San Francisco, y por ello le dieron el nombre del Santo de Asís y prometieron revestirlo del hábito votivo de los Franciscanos. A la edad de quince años Francisco fue acompañado por sus padres al Convento de San Marco Argentano (Cosenza), para cumplir el voto y prestar un año de servicio a la comunidad. Aquí Francisco manifestó su inclinación a la oración y sus dotes de piedad, acompañadas de manifestaciones sobrenaturales, las mismas que, más adelante, alimentarían su fama de gran taumaturgo. Al término de su permanencia en el convento, los religiosos querían retenerlo, pero el joven Francisco, intuyendo que para él se aproximaba el momento de hacer una opción radical de vida y advirtiendo en sí una gran inquietud por conocer las diversas formas de vida religiosa, dejó el convento y, junto con sus padres, emprendió una peregrinación. Fue a Asís, pasando por Montecasino, Roma, Loreto y visitando los eremitorios diseminados por Monte Luco. La visita a Roma lo turbó profundamente: según su primer anónimo biógrafo, Francisco reprochó el boato de un cardenal con las palabras: 'Nuestro Señor no iba de esta manera'. El episodio muestra cómo en el ánimo del joven iba madurando la idea de una reforma de la vida eclesial basada en la pobreza. La peregrinación constituyó para el joven Francisco un motivo serio de reflexión y de decisiones para su futuro. Al volver a Paula, Francisco manifestó a sus padres el deseo de conducir vida eremítica. En torno al 1435, se retiró a las afueras de Paula, en un terreno propiedad de la familia, suscitando gran estupor entre los conciudadanos por la austeridad de su modo de vivir. La experiencia de Paula lo forjó en la contemplación, en el trabajo, en la soledad y en las privaciones y mortificaciones corporales. Enseguida comenzaron a afluir a su eremitorio muchas personas deseosas de ponerse bajo su guía espiritual y de compartir su mismo género de vida austera. Con la llegada a la diócesis de Mons. Pirro Caracciolo, nombrado arzobispo de Cosenza el 31 de agosto de 1452, el movimiento obtuvo el beneplácito del ordinario diocesano y pudo dotarse de un oratorio. El flujo de peregrinos que se dirigían al eremitorio de Paula atrajo la atención de Pablo II quien, en los comienzos del 1467, envió un visitador de su confianza para indagar sobre la vida de Francisco. A su regreso a la Curia, Mons. Baldassarre De Gutrossis tranquilizó al Papa sobre la fidelidad de Francisco a la Sede Apostólica y, visto que el Eremita había iniciado la construcción de una iglesia, el 7 de julio 1467 le proporcionó una carta colectiva de cuatro cardenales con la cual concedían la indulgencia, con las condiciones acostumbradas, a quienes visitaban o contribuían a los gastos para la construcción de la iglesia de Paula. Desde el principio, Francisco tuvo fama de gran taumaturgo. Los prodigios acompañaron toda su vida, a partir de la construcción de los primeros conventos hasta su partida para Francia. Fue el suyo un poder taumatúrgico a favor de todos, pero en particular de los pobres y de los oprimidos por las difundidas malversaciones de los poderosos, contra los cuales Francisco no se cansó de levantar la voz. Los elementos usados para el milagro eran verdaderamente secundarios o insignificantes, los primeros que encontraba a la mano, como para hacer comprender que no eran éstos los que curaban o resolvían el problema, sino Dios. Llevada por los comerciantes napolitanos, la fama de Francisco llegó a Francia, a la corte de Luis XI, entonces enfermo, el cual pidió al Papa Sixto IV que hiciese llegar al Eremita paulano a su cabecera. Fue el inicio del 'capítulo diplomático' de la vida de Francisco. El Pontífice, buscando un acercamiento a Francia, con la cual deseaba un acuerdo para la abolición de la Pragmática Sanción de Bourges del 1438, acogió favorablemente la embajada francesa y lo mismo hizo el rey de Nápoles. Fueron sin embargo necesarios muchos meses para convencer a Francisco, el cual aceptó partir solamente cuando el Papa se lo impuso. Fue para el Eremita una obediencia difícil: tenía 67 años, su Congregación se había extendido desde hacía poco tiempo también en Sicilia y, sobre todo, sentía reticencia ante la idea de ir a vivir en un palacio, con una dotación regia , después de haber vivido por más de treinta años en un eremitorio. El sacrificio pedido de dejar el Reino de Nápoles sería después largamente compensado por el favor de la corte francesa hacia su Orden y por las intervenciones de la misma ante la Curia Romana. Dejando el eremitorio de Paterno el 2 de febrero de 1483, Francisco fue acogido triunfalmente en Nápoles tanto por el pueblo como por la corte, que de su partida a Francia esperaba un alejamiento de la temida invasión del Reino por parte de los Valois. El rey Fernando I pretendía una relación preferencial de su súbdito. En Roma Sixto IV lo recibió diversas veces, confiándole delicados encargos. A su llegada al castillo de Plessis-les-Tours, Luis XI se arrodilló ante él, pidiéndole la bendición. El monarca no obtuvo la curación, pero la acción del Paulano en la corte, llevó a un largo período de buenas relaciones entre el papado y la monarquía francesa, del cual se beneficiaron también los Reinos de España, Boemia y Nápoles. Finalmente, muere el 2 de abril de 1507.