Retrato
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Retrato femenino
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Monjas
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Coronadas muertas
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N/A
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Ángeles |
Cartela |
Cristo |
Monja |
Ángeles |
Aves |
Cordón |
Corona de espinas |
Cráneo |
Crucifijo |
Disciplina |
Escalera |
Lanza |
Libro |
Pan |
Pluma |
Sagrado corazón |
Símbolos de la pasión |
Tintero |
Escena: compuesta |
Género Masculino/femenino |
Personaje colectivo |
Personaje: desnudo parcial / total |
Personajes: sagrados y profanos |
Presencia: animales |
Presencia: niños |
La cultura barroca es gestual. El gesto complementaba la comunicación visual con gestos de oralidad, de modo que las pinturas “hablaban”. La siguiente información trata de reconstruir la cultura gestual quirológica y quironómica a partir de los tratados y de las frecuencias gestuales en la pintura colonial.
00 Objetos en las manos | |
18 QL2 18 Data Fide promitto (Comprometo mi fe) - a pesar de dificultad, confirman compromiso, tregua, promesa. | |
03 Posición: Arrodillado | |
01 Posición: de Pie |
Josefa de Castillo
1742-01-01
N/A
N/A
No
Francisca Josepha de Castillo Guevara nació en Tunja en 1671, y murió en la misma ciudad en 1742. Hija de español y criolla, entró al convento de las Clarisas de dicha ciudad. Su narración biográfica, escrita por mandato de su confesor Francisco de Herrera S.J, contiene todas las vicisitudes propias de una vida ejemplar: nacimiento glorioso y predestinado, una infancia enfermiza y en varias ocasiones a punto de morir, una adolescencia cortejada por pretendientes, y finalmente una juventud culposa y mortificada que la llevó a tomar los hábitos a los 18 años, pese a la resistencia de su familia. Profesó a los 23 años, casi al mismo tiempo se dedicó a escribir sus “afectos espirituales” por mandato de su confesor. Una vez en el convento, ocupó diversos cargos, entre ellos, sacristana, portera, enfermera, maestra de novicias, escucha, secretaria y gradera. Tres veces fue electa abadesa: en 1716, 1729 y 1738 (según otras fuentes, fue cuatro veces abadesa: en 1715, 1718, 1729 y 1738). En 1696, la Madre Castillo entró en un período de «suspensiones, deliquios y enajenamientos», que se prolongó hasta 1710. Su vida era una sucesión de raptos místicos, seguidos de dolores corporales y de un agotamiento general, que le llevó a tener fama de santa. Murió en 1742, a la edad de 71 años, asistida por el padre Diego de Moya. En diversos momentos de su estancia en el convento escribió “Su vida” y “Afectos espirituales”, estos últimos muy influidos por la poesía mística de Juana de la Cruz. Sus manuscritos originales se conservaron en el convento de Santa Clara de Tunja, hasta 1813, cuando fueron entregados a su sobrino Antonio María del Castillo y Alarcón, quien se encargó de su publicación en Filadelfia. |